La Corona española buscó ejercer su autoridad sobre los hombres de la Iglesia. Así, cuando los obispos y arzobispos eran nombrados, debía jurar obediencia al rey en materia religiosa.
Los reyes de España también pretendieron vigilar la conducta del clero. Por eso, pedían a las autoridades eclesiásticas que castigaran severamente conductas consideradas escandalosas.
A pesar de la vigilancia de los funcionarios reales, algunos religiosos usaron su traslado a América para enriquecerse.
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